lunes, 15 de octubre de 2012

Los Mirones

Basado en la idea original de una compañera de clase (María Camila Arriaga) realicé como ejercicio este pequeño cuento.



En un edificio de apartamentos de disposición en H, construido por el gran arquitecto Hernando, vive Lucía, una muchacha solitaria y un tanto agorafóbica (o eso se decía a sí misma) que tras la muerte de su madre, atropellada por un Mini Cooper verde, había optado por el encierro voluntario, y no había sido frenada por un padre un tanto desnaturalizado (o eso se decía a si mismo) que había construido su vida alrededor de su esposa. Su apartamento se encuentra en el ala oeste, donde el gran ventanal de su sala de estar la conecta con el mismo espacio en el de Miguel. Miguel es buen mozo, y parece interesante, pero tiene un Mini Cooper verde, come manzanas verdes y hasta come Fun-Dip del verde, demasiado verde para los ojos evocativos de Lucia. Sin embargo, hay algo en él que la atrae casi magnéticamente. "Tal vez, los opuestos si se atraen inevitablemente", piensa Lucía mientras mira su apartamento predominantemente rojo. A ella le gustan las manzanas, incluso come Fun-Dip del rojo. 
Aunque no le agrada salir, comer es necesario, y era imposible encontrar un domiciliario que subiera un mercado completo a un piso 11 por las escaleras de un edificio que ya había perdido las esperanzas de ver revivir a su ascensor. Estaba vetado. Lucia vive en un hollo negro en medio de la ciudad, y así le gusta. Trata de salir una vez a la semana y se abastece de abundante variedades de comida enlatada, prefiere no cocinar porque no le gusta el verde de la llama que produce el gas de la estufa. Compra, también, manzanas, rojas por supuesto. Cuando regresa mira nerviosamente en busca del Mini Cooper verde. A veces está, a veces no. A veces ve a Miguel abajo viendo la cartelera al lado de las escaleras. A veces lo ve resolviendo crucigramas los domingos al frente de la ventana recibiendo el sol de la mañana. A veces lo ve leyendo, se nota que eso le gusta mucho. Leer y juegos de palabras. Cada vez con más frecuencia se sorprende a sí misma observando la ventana de en frente, comiendo al mismo tiempo o incluso prendiendo las luces al mismo tiempo que él. Había visto algo parecido en la televisión, universos paralelos conectados. Tal vez él era su versión masculina de algún universo alterno en donde podía manejar un Mini Cooper verde, comer manzanas verdes e incluso Fun-Dip del verde. ¡Tal vez el no podía verla en absoluto!. Pensar en eso la desespera. Tiene que encontrar una manera de probarlo.
En su siguiente salida compró, después de mil y un intentos, una manzana verde (que hizo empacar bajo varias capas de papel iris rojo) y cartulina roja que corta en forma de las letras que necesita para escribir: “UN CAFE? EN MI CASA. NADA DE VERDE”. Día a día durante casi un mes baja y sube 11 pisos cambiando, una a una, las letras que pone en la cartelera. Su sincronización con Miguel aumenta. Ahora lo ve jugando Scrabble sólo, él es raro, pero, ¿Qué más puede esperar ella de su alter-ego?
Termina de enviar su mensaje y espera uno, dos, tres días, pero el no vuelve, no aparece. Lucía se siente fuera de lugar. Ya nada tiene sentido.
Un día tal y como había desaparecido, él apareció y puso el tablero de Scrabble contra la ventana, tiene las ficha pegadas y dice: “UN CAFE. MAÑANA. EN EL PASILLO. NADA DE ROJO”

miércoles, 22 de agosto de 2012

Continuación.

He aqui la continuación de la historia de la entrada "Corrección". Como ya saben esta es la segunda versión de la historia y este es el final de esta segunda versión ya que la tome como proyecto para una clase en la unversidad y estoy en proceso de escribir la tercera, y probablemente última, versión con el objetivo de adapatarla a un guión de cortometraje de entre 10 y 15 minutos.

En realidad ninguna mujer le había dado una oportunidad nunca, no es como si en realidad tuviera mucho que dar, pero nunca se la habían dado. Entre más pasaba el tiempo, y entre más se alejaban las mujeres de él más las deseaba. Para su suerte era bueno profesionalmente y el dinero no le faltaba. Podía comprar una mujer por un rato cada vez que lo quería. Encontró un buenprostíbulo y se volvió un cliente habitual. Ya que tenía a quién llevar a su cama no le interesaba tener su apartamento decorado. Le pagaba unos pesos a su vecina viuda y desempleada para que ordenara todos los días el poco desorden que él producía.


Sobre todo sus ojos. Solo necesitaba darle una mirada a sus ojos para darse cuenta de que detrás de ellos se escondían años y años de rechazo y deseo contenido. Solo se necesitaba ver ese destello perverso y obsesivo que se producía en sus ojos cada vez que miraba a una mujer para saber porque ninguna de ellas se le acercaba mucho.


Entró al baño y abrió el grifo del agua caliente de la ducha, esperó un momento, probó la temperatura con la mano y luego abrió el del agua fría. Entró y dejó que el agua le escurriera desde la cabeza a los pies. Estaba emocionado, llevaba esperando ese día desde hacía semanas. Con un pedazo de piedra pomez empezó a frotarse lentamente los callos de los pies. Eran ellos los que más sufrían las consecuencias de sus largas caminatas. Luego, con un estropajo empezó a frotarse fuertemente cada parte del cuerpo. Cuando llegó al miembro se estremeció un poco al sentirlo erecto. Quería hacer algo, calmar sus ansias, pero no podía, tendría que esperar, tenía demasiado miedo de que no funcionara como para arriesgarse. Sabía que más temprano que tarde ya no podría hacer nada. Incluso en ese momento le costaba mantenerse así sin la ayuda de la pequeña píldora azul. Todo estaba cayendo, tenía que aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba.
Había empezado hace un año. Sentía que se cansaba más rápido y que Cassandra, la prostituta con la que llevaba ya cierto tiempo, era menos entusiasta. Confirmó que empezaba a pasar cuando llegó la nueva. Era toda una sensación. Rubia, ojos azules y un trabajo de cirujano excepcional. Corría el rumor de que había sido modelo. Al ser el cliente más fiel, el dueño de la casa no lo pensó dos veces antes de darle prioridad cuando él se la pidió. Todo fue breve, no pasaron 10 minutos. Ella simplemente rió antes de dejar la habitación. Decidió no volver. No volvería a hacer el ridículo. Y entonces empezaron las caminatas. Ya estaba retirado y tenía básicamente todo el día libre. Caminaba y caminaba sin saber exactamente qué buscaba, hasta que, un día cualquiera, simplemente lo encontró.
Era la salida de un colegio. Niñas de todas las edades salían a borbotones y, por alguna razón, todas le recordaban a María Restrepo. Se fijó de pronto en un grupito que se había detenido a cierta distancia a observarlo. Llevaban las faldas atrevidamente altas y las blusas demasiado ajustadas (por lo menos una talla por debajo) para resaltar sus surgientes curvas. Casi pedían a gritos que las miraran y las desearan. Lo miraban y luego reían y susurraban entre ellas. Él empezó a sentir la ira que se formaba en su interior.

domingo, 29 de abril de 2012

EPISODIO 1: Del Surgimiento de Aiwëllonén (Parte 1)

Esto es parte de mi nuevo proyecto literario y artístico. Empezando a plantear mi tesis de grado estoy escribiendo estos episodios que luego animaré para crear una serie.


Desde que era pequeño he ido pasando de fiebre en fiebre siguiendo un camino definido de intereses que me ha llevado a lo que actualmente soy, sin embargo, por dispares que puedan parecer (aunque ahora que lo pienso en realidad no lo son), todos estos intereses siempre provinieron de la lectura. Inicialmente fueron los cuentos, aunque esos los tenía que leer para el colegio. Se podría decir que los primeros libros que en realidad me interesaron autónomamente fueron los librillos de R.L. Stine de la serie “Escalofrios”.  Intenté algunas otras cosas mientras llegaba Harry Potter. Debo decir que Harry Potter consumió la mayor parte de mi tiempo de lectura (y tiempo libre) hasta que llegó algo que fue, y sigue siendo, muchísimo más poderoso, El Señor de los Anillos. E.S.D.L.A. me abrió los ojos a un mundo totalmente nuevo, un mundo fantástico, de nuevos seres, de nuevos idiomas, al mundo de la literatura de Tolkien, que sigue siendo mi autor favorito. Tolkien inventó lenguas completas, con su propia caligrafía, vocabulario y su propia estructura gramatical. Aiwëllonén apareció cuando tenía 12.
En esa época era aun mas inexperto e ingenuo de lo que soy ahora, y sabía muchas menos cosas, era menos consciente, así que tendía a cometer errores constantemente. Aiwëllonén, o más bien el surgimiento de mi nombre, fue uno de esos errores. En mi afán, un poco tonto, de emular a Tolkien y crear un mundo fantástico con sus propias leyes, sus propias lenguas, su propia cartografía, empecé a aprender de lo que él dejó con la esperanza de partir de ahí al menos con un nombre para que el que sería el personaje principal, el héroe de la gran historia épica que me disponía a escribir. Aprendí a escribir en caracteres rúnicos de los enanos y en los caracteres élficos, más que todo del Quenya. Aunque fue un acercamiento en cierta medida exitoso, ahora que lo veo en perspectiva fue ligeramente equivocado. Todo lo que aprendí eran las correspondencias entre los caracteres y su equivalente fonético más cercano en español. Me engañé a mi mismo por un tiempo pensando que estaba aprendiendo élfico. Cuando caí un poco en la cuenta de lo que pasaba busqué diccionarios, creí que aprender un idioma era simplemente saber como se traducían las palabras. Llegó el momento en el que me sentí lo suficiente seguro de mi conocimiento como para crear un nombre, así que pensé en una estructura, tomaría mi nombre, buscaría su significado y traduciría a élfico, después de todo era lógico que YO quisiera ser el protagonista mismo de mis aventuras. Resultó que mi nombre significaba “aquel que es todo prudente” y “aquel que es un hombre viril”, terminando en algo así como “aquel que es un hombre viril y es todo prudente” o “el todo prudente hombre viril”. Sobra decir que en realidad no me atrajo para nada. Me gustaría decir que luego entré en un estado de meditación profundo acerca de lo que quería que significara el nombre de mi personaje y que llegué a la conclusión de que quería que fuera algo que desafiara mi propio miedo a las alturas y mi respeto y gusto por el agua y el mar, pero no fue así. Lo cierto es que probablemente pensé que sonaría bien y que de alguna manera se acercaría a los significados de los nombres que Tolkien había creado. Pájaro (pequeño) = aiwë, de = -llo, agua = nén, pajaro de agua = Aiwëllonén.
No fue sino hasta varios años después que me di cuenta de que había cometido varios errores. Me enteré de que en realidad “Aiwëllonén” es una palabra imposible en el Quenya que Tolkien creó y en el que me basé. “-Llo” es una terminación, lo que lo habría hecho “Aiwënénllo”. Aun así ese no era el problema, el problema real era que fuera como fuera las combinaciones gramaticales que constituían mi nombre no existían. Pero ya era demasiado tarde, ya llevaba demasiado tiempo siendo Aiwëllonén.

miércoles, 11 de abril de 2012

Corrección

Esta es la re-escritura de una de las entradas antiguas, "Adelanto". Hoy estaba continuando con su escritura y me di cuenta de que en realidad estaba tomando un enfoque que no era el que había pensado inicialmente, se estaba convirtiendo en otra historia diferente que no contaba lo que quiero contar. Así que empece desde cero y logré estos 2 párrafos con los que me siento mucho más cómodo y conforme.


Santiago Rojas despertó esa mañana con un solo objetivo en su cabeza. Había visto a la niña varias veces y ese día lo haría por fin. Dormía desnudo, le gustaba sentir el tacto de las lujosas sábanas de algodón egipcio que su hermana le había regalado cuando cumplió 50 años. Ya casi habían pasado 15 años y ellas seguían igual, no se podía decir lo mismo de él. Se sentó y se bajó de la cama. Se miró con detenimiento en el espejo de cuerpo completo que tenía al lado de la mesa del televisor. Es difícil pensar en como alguien como él podía ser tan egocéntrico y narcisista, solo se necesitaba darle una mirada para comprender porque era soltero y sin hijos, para comprender porque vivía totalmente solo en un apartamentucho mínimo sin mayores lujos. Solo se necesitaba ver su incipiente calva, su pecho pecoso y lleno de pequeños crespos grises, sus abundantes pectorales que parecían los pechos de una mujer bastante desafortunada, su gran barriga colgante que lo hacía parecer un caricatura triste y siniestra de Papá Noel (y que era producto de años y años de no ejercicio, mucha comida y aún más cerveza), sus brazos y piernas rechonchos y fláccidos, y sus ojos. Sobre todo sus ojos.


Las mujeres habían marcado su vida. Empezando por su madre, que era totalmente sumisa y nunca dijo ni una sola palabra, o hizo una sola acción que pudiera ir en contra, en lo más mínimo, de la opinión de su esposo, un hombre alcohólico que abusaba de ella de cuando en cuando. Lo vio manosearla muchas veces. A los doce años María Restrepo le había rasguñado la cara después del tercer intento que había hecho para robarle un beso. Después de eso ninguna niña había querido acercarse a él. Paso el resto del bachillerato sólo mientras sentía como todos los demás se burlaban de él, como si los rasguños estuvieran todo el tiempo en carne viva, sin poder cicatrizar. Empezó a sentir odio hacia todos, pero en especial hacia las mujeres. A los 16 años no pudo aguantar más y, después de meses de ahorro, pagó a su primera prostituta, una mujerzuela fea y barata que se hacía llamar Bridget. Mientras estudiaba derecho en la universidad tuvo pocas oportunidades de conocer mujeres que no supieran de su pasado, paro a ninguna le interesaba un hombre que ya en ese entonces era gordo y con una mirada inquietante, todas preferían a sus amigos buen mozos. Ya no tenía amigos. Su hermana era la única mujer fuerte que había conocido, había dejado la casa apenas su padre había intentado tocarla. Admiraba su valentía, pero aún a ella la había deseado cuando era joven.

jueves, 22 de marzo de 2012

Los mundos

Empezando mi reflexión para trabajo de tesis de mi carrera universitaria he empezado a escribir esta historia. Una historia sobre dos mundos, una historia sobre un yo que no soy yo. Una historia de alguien muy parecido a mi pero más extremo en sus pensamientos. Este es el primer borrador y, como siempre, va a estar sujeto a un aparente sin fin de cambios antes de encontrar su forma final. 
Se que he dejado muy olvidado este blog pero quise poner esto por si todavía hay alguien que le ponga atención y tal vez, solo tal vez, tenga ganas de leer algo escrito por mi.


En el inicio del tiempo. No. De SU tiempo, el ser humano, como criatura y raza apenas surgiente, empezó a formar su inteligencia. A reunir, poco a poco, los elementos que nos hacen lo que actualmente somos. Sus necesidades básicas iniciales hacían que se fijaran en algunos elementos específicos, pero que dejaran sin atención otros cuantos. No se les pude culpar, ciertamente no tenían las estructuras de pensamiento. Si he de decirlo, creo que ellos nunca pensaron en otros mundos, lo que los rodeaba, y con aquello con lo que se relacionaban era su mundo. El único posible.

Más tarde, cuando ya se habían construido e interiorizado un grupo grande de estructuras mentales y sociales, después de la satisfacción de mil y unas maneras de curiosidad, surgieron otras. El hombre empezó a fijarse en cosas más allá de lo que lo rodeaba en la tierra, y miró hacia el cielo. Se dio cuenta de que había cosas arriba. Más tarde se daría cuenta de que algunas de esas cosas eran, de hecho, otros mundos.

En algún momento, el hombre pudo ver claramente esos otros mundos.  Ya no había solo UN mundo. Pero el nuestro seguía siendo el único con vida inteligente. Vinieron la redondez del planeta, la centralidad solar. Vino el “Nuevo Mundo”. Cada vez aparecían más mundos.

En un momento dado, alguien se preguntó si era posible que hubiera vida en alguno de esos otros mundos. Vino entonces el Alien, esa criatura extraña de otro mundo a la que no entendíamos, que era peligroso pero al mismo tiempo maravilloso.

Con el antropocentrismo vino la `psicología y se empezó a dar más importancia a lo que pasaba dentro de la cabeza. Se empezó a decir frases como “esa persona está en su mundo”. Aparte de los mundos físicos que ahora sabemos que existen, aceptamos de manera natural también a los mundos dentro de cada persona, los mundos inventados e imposibles. Sabemos ahora que hay tantos mundos como personas o ideas.

Y este es un relato de dos de esos mundos. Dos mundos interconectados que se afectan el uno al otro. Dos mundos iguales en muchas cosas, y muy diferentes en muchas otras. Y de la persona que habita esos dos mundos.

domingo, 7 de agosto de 2011

Carta A Mi Mismo

Como ejercicio de clase me pusieron a escribir una carta a mi mismo, a quien era hace 3 años, al momento antes a entrar a estudiar mi carrera universitaria. Este es el resultado, algo extraño en donde no logré definir el sujeto ni supe como dirigirme a mi. Además, está incompleta porque no supe como terminarla.



Muchas preguntas se me ocurren con solo pensar las palabras “carta a mi mismo”. ¿He de “tutearme”? ¿He de cambiar mi nombre para pretender que estoy escribiendo a alguien casual y  oportunamente parecido a mi? Es extraño… creo que he decidido, en últimas, universalizar al sujeto (¿O alienar sería una mejor palabra?). Voy a escribir de la manera en la que “mejor” se hacerlo, hablando de y a un tercero, un alguien sin nombre a quien no debo tutear, al que ni siquiera tengo que referirme directamente (si no quiero) porque simplemente es una generalidad, un sujeto al que por las cosas de la vida conozco bien. De esta manera garantizo una estructura narrativa y estilística fácilmente reconocible y entendible para cualquiera, o por mi, solo si por alguna eventualidad mágica, mística, científica o simplemente inexplicable (tipo Twilight Zone) permite que este papel viaje a través del tiempo y llegue a mi yo de hace un poco más de tres años. Y en caso de que llegue a alguien más… espero que este pensando estudiar artes.
Debería, entonces, comenzar hablando de un muchacho, de unos 16 años. No recuerdo que expectativas tenía (y por motivos prácticos es mejor no recordarlas), solo recuerdo que no tenía ansia especiales por dejar el colegio, tampoco quería quedarse, era simplemente indiferente, solo quería aprender. Tal vez no lo recuerdo porque, al igual que él, pienso que la única manera de no desilusionarse es simple y llanamente no hacerse expectativas. Si no eres parecido a ese muchacho tal vez debas dejas de lado esta nota porque no pretendo crear ninguna. No tenía expectativas, no, o al menos no específicas. Era más un libro semiabierto, con algunas hojas escritas y con otras esperando a ser llenadas, con lo bueno o con lo malo. Ese mismo muchacho tenía cierta necesidad de representar, de crear y de entretener de cuando en cuando. Lo pensó mucho y llego a la conclusión de que había varias maneras en las que podría lograrlo. La música… era buena, era divertida, pero no tenía ni la preparación ni el talento necesarios. La literatura… escribir era ciertamente liberador , pero era algo demasiado privado. El dibujo, era apasionante, y sería el primer paso para alcanzar uno de sus sueños, porque el dibujo te puede llevar a la animación, entonces escoge el arte.
El siguiente paso para un muchacho como ese sería buscar un lugar en donde las condiciones educativas le permitan desarrollar lo que quiere hacer. Entonces, al igual que el, empezarías a buscar programas de artes.
Podrías irte al exterior, pero no sabes a donde, o no sabes otro idioma lo suficiente, o simplemente no te gusta improvisar una decisión como esa, entonces te quedas. Digamos que por razones que no pienso ni confirmar ni desmentir  por motivos que podrían llamarse “políticamente incorrectas” el ambiente de… Los Andes, por decir algo, te parece un poco elitista o snob, muy costoso o simplemente aburrido, entonces la descartas. Si por el contrario te encanta ese ambiente, o si tienes los medios, lo siento, no tengo ni idea de cómo es estudiar en allá, así que simplemente asumamos que la descartaste. Digamos que por alguna razón toda tu vida ha estado conectada, de una manera u otra, con el arte, pero por alguna razón no estás muy familiarizado con el entorno educativo que con él está relacionado. Veras, entonces, varias alternativas que llegaran a ti.. La Sabana, La ASAB, por decir algunas… y otras que ni siquiera llegarán a ti… La Piloto. Digamos que definitivamente te das cuenta de que lo que más te gusta, o en lo que mejor eres son las artes plásticas, o tal vez el cine y la televisión. Tal vez escogerías la Nacional… me temo que por ese lado tampoco puedo ayudar, así que digamos que una oruga suiza tiene más inclinaciones políticas de cualquier tipo que tú, o que ese muchacho del que hablábamos antes. Asumamos, también, que incluso te molestan un poco las posiciones políticas extremistas, o la mediana presencia de cualquier asunto político. Digamos, por último, que en realidad lo tuyo no es la plástica, o que no estás muy seguro de si te quieres dedicar al cine y la televisión. Así que te darías cuenta de que tal vez La Nacional no es el entorno más adecuado para tu salud mental. En fin, todo esto para decir que por cualquier razón que decidas creer, terminaste en la Javeriana. Creo que ahí puedo ser de un poco más de ayuda, para ti, o para ese muchacho, que es en realidad para quien escribo. 

jueves, 7 de julio de 2011

Como el Mar

Siento como si hubieran pasado un millón de años desde la última vez que escribí algo solo por el hecho de escribir, solo por el gusto. Mi actividad literaria se ha visto un poco interrumpida por varios motivos, dentro de los cuales el principal ha sido la universidad... aunque supongo que la falta de constancia de mi parte también ha influido de gran manera. Alguna vez leí de algún autor, tal vez García Marquez, que decía que muchos de los escritores nuevos creían que escribir era un simple ejercicio de inspiración, escribes cuando algo se te ocurre, y cuando no se te ocurre nada, cuando no estas inspirado, no, y que en realidad no veían a la escritura como eso, un ejercicio. Que no se trata solo de inspiración sino de constancia, de sentarse frente a una hoja en blanco, o una pantalla, o lo que sea, y escribir. He de admitir que tal vez eso me ha faltado un poco. Creo que me he visto envuelto en una serie de proyectos diferentes, y que me he dejado consumir un poco por ellos, y he dejado de lado un poco esta actividad que me gusta tanto como lo es el escribir. No se si lo hago bien o mal, como ya lo he dicho eso esta solo a criterio de quien este leyendo esto, pero sé con seguridad que me gusta.

"Como el Mar"... no puedo evitar pensar que es un título algo cliché, y sin embargo es tal vez el más apropiado para el texto. Escuchando, además, ese título uno esperaría encontrarse con un poema (o al menos eso me pasa a mi), pero no, puede que para algunos tenga un alto contenido "poético", puede que para otros no, pero creo que acierto cuando digo que no es poesia.

Él era como el Mar. Y no solamente porque siempre le hubiera encantado esa gran masa de agua que cubre la mayor parte de la Tierra. No solamente porque la amara de una manera que no comprendía, o porque amara de igual manera al agua por si sola. No.

Él era como el Mar, inpredecible y misterioso. Él era como el Mar porque ni siquiera las grandes marineras que lo habían explorado podían decir que lo conocían en su totalidad. Él era como el Mar porque había partes suyas tan profundas como las Marianas, tan profundas, en las que habitaban sentimientos y sensaciones, temores y seguridades que estaban sumidas en una oscuridad tan penetrante que estaban ocultas incluso para él, el mayor experto en el mundo en lo que a él mismo respectaba. Él era como el Mar porque había partes suyas que eran tan densas como el Mar Muerto, en las que nadie podía adentrarse sin hacer un esfuerzo que para muchos no valía la pena.

Él era como el Mar, agitado e insoportable. Él era como el Mar porque era como el agua salada que entra en tus ojos y te irrita en un comienzo, él era como esa agua salada que no tiene más opción que aceptar su naturaleza y esperar que la aceptes tal y como es, que no cambía para complacerte y que es igual en cualquier parte y cualquier momento, por lo que, al igual que el agua salada que entra en tus ojos, no era del agrado para muchos, no era del agrado para todas esas personas que despues de esperar horas en un vuelo, o metidas en un carro, llegan al mar y salen cinco minutos despues porque no aguantan el agua salada que entra en sus ojos. Él era como el Mar porque había momentos en los que se encontraba inquieto y curioso y no paraba, no paraba por nada, y las personas sentían que no podían estar a su lado, como cuando el Mar esta inquieto y las olas golpean fuerte contra las costas antes de un huracán. De cuando en cuando, uno que otro surfista arriesgado, valiente o simplemente temerario se atrevía a tratar de conquistar sus olas. Muchos salían solamente lastimados por la fuerza de sus olas, por sus duras e implacables palabras. Pero, de cuando en cuando, alguien lo lograba, solamente para darse cuenta de que lo único que había logrado conquistar era la costa y que todavía faltaba mucho camino por recorrer antes de poder ir mar adentro.

Él era como el Mar, engañoso a los ojos inexpertos, y aún a los expertos siempre se les escapaba algo. Él era como el Mar porque en la superficie parecía sereno y casí inmutable, pero abajo las cosas eran diferentes. Esa superficie de perfección que tanto se empeñaba en conservar existía solamente para que nadie viera lo que en realidad pasaba en su interior, para que nadie se diera cuenta de que en realidad era solamente un pequeño pez tan asustadizo que no quería integrarse al cardumen, asustado por el contacto y por que tal vez alguien que él no quisiera viera lo que era. Él era como el Mar porque esa superficie apacible lo separaba del resto del mundo y lo hacía tierra de nadie, un ecosistema aparte del que, aunque llegaba siempre información nueva, no se sabía mucho. Él era como el Mar porque debajo de esa superficie apacible, mil y una corrientes se movian sin control y a veces sin sentido.

Él era como el Mar porque pocos se atrevían a internarse en él. Él era como el Mar porque muchos le temían. Él era como el Mar porque lo amaba y siempre había querido ser como él. Él era como el Mar. Si.