lunes, 14 de febrero de 2011

"Punto de Quiebre" (Nombre Provisional) 2. Version 1.0

2
Los tres estuvieron en silencio durante todo el camino,  solo se escuchaba el sonido del motor del carro. Las calles estaban vacías, casi fantasmales. Media hora después de haber salido de la estación llegaron a la casa. A las afueras de la ciudad, grande, de dos pisos, y aislada como estaba, la casa era el sitio perfecto para un crimen como el que había tenido lugar hace una horas.
Jorge abrió la puerta principal y antes de entrar lanzo una mirada a los policías, no los quería adentro con él, no en ese momento. Respiró hondo y dio el primer paso. Cuando ya estuvo totalmente adentro cerró la puerta tras de sí. Miró alrededor en la sala. Como era de esperarse los cuerpos ya no estaban, sin embargo, las manchas de sangre que se extendían por el suelo y las paredes produjeron un efecto en él mucho mayor de lo que esperaba. Las nauseas impulsaron su cuerpo, por pura inercia, hacía el baño.
Una vez terminó de vomitar se quedó quieto, escuchando, o al menos tratando de percibir otro sonido que no fuera el de su propia respiración. Era increíble, aquel silencio tan penetrante, la casa se sentía incluso más sola que el día en el la habían visto por primera vez un poco más de diez años antes, cuando estaba totalmente vacía.
Se paró, midiendo cada movimiento, salió del baño y, sin dirigir la mirada a la sala de estar, caminó por el largo pasillo hasta una puerta negra que marcaba la entrada a su habitación.
Jorge siempre había sido un muchacho muy inteligente, demasiado para su edad, y su habitación daba todas las señas de eso. Todo perfectamente ordenado, libros, juegos, todo. Y en la esquina el escritorio y el acuario con sus lagartijas mascota.
Estuvo inmóvil un tiempo en el centro de la habitación antes de darse cuenta de que la lámpara de su escritorio estaba prendida. No recordaba haberla dejado de ese modo, pero no le dio importancia al asunto. Se acercó para apagarla y su mirada se posó en la foto familiar que estaba adherida al tablero de corcho. la desprendió cuidadosamente y la tomó entre sus manos.
Ahí estaban todos. Su padre estaba en el centro, erguido y con el porte orgulloso que siempre lo había caracterizado, había sido un buen juez, uno de los mejores del país. Sin embargo, era un poco contradictorio, aunque decía que los triunfos de la mente eran más valiosos siempre le había dado más importancia a los triunfos deportivos de su hijo mayor que a los obtenidos por Jorge. A su derecha, abrazada a su padre, estaba su madre. Aunque amaba a sus hijos y a su esposo, la buena vida la había malacostumbrado y se ponía demasiada atención a ella misma, hasta el punto de descuidar y casi parecer indiferente a su familia. A la izquierda del padre estaba el hermano mayor de Jorge, un muchacho fornido que era más músculos que cerebro, eran polos opuestos, jamás lograron llevársela bien.
Un poco más a la derecha, como si no pertenecieran del todo al cuadro, estaban Jorge y su hermana Isabel. Eran de la misma edad, pero ella era adoptada, era simplemente el resultado de un arrebato de caridad de una mujer adinerada que intentaba ganar popularidad obteniendo reputación de “humanitaria”. En el momento en que la vio Jorge sintió como pasaba un escalofrío por su columna, algo en su estomago pareció encenderse y una sonrisa misteriosa apareció en su cara. Era una sensación extraña, tal vez se debía al hecho de que ella era la única que había sobrevivido, con él. ¿Qué había tenido que ver para entrar en estado de shock? Se preguntó Jorge.
Las lagrimas empezaron a brotar de sus ojos de nuevo. Era cierto, no habían sido la familia perfecta, y aunque no lo apreciaran, o simplemente lo ignoraran la mayor parte del tiempo, Jorge los quería, incluso a su hermano.
Se limpió con el dorso de la mano, dobló la foto por la mitad y la metió en su billetera.
Se acostó, miró hacia en reloj que estaba en su mesa de noche, eran ya casi las 7 de la mañana. El sopor lo invadió y, sin siquiera darse cuenta, se quedó dormido.

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