miércoles, 22 de agosto de 2012

Continuación.

He aqui la continuación de la historia de la entrada "Corrección". Como ya saben esta es la segunda versión de la historia y este es el final de esta segunda versión ya que la tome como proyecto para una clase en la unversidad y estoy en proceso de escribir la tercera, y probablemente última, versión con el objetivo de adapatarla a un guión de cortometraje de entre 10 y 15 minutos.

En realidad ninguna mujer le había dado una oportunidad nunca, no es como si en realidad tuviera mucho que dar, pero nunca se la habían dado. Entre más pasaba el tiempo, y entre más se alejaban las mujeres de él más las deseaba. Para su suerte era bueno profesionalmente y el dinero no le faltaba. Podía comprar una mujer por un rato cada vez que lo quería. Encontró un buenprostíbulo y se volvió un cliente habitual. Ya que tenía a quién llevar a su cama no le interesaba tener su apartamento decorado. Le pagaba unos pesos a su vecina viuda y desempleada para que ordenara todos los días el poco desorden que él producía.


Sobre todo sus ojos. Solo necesitaba darle una mirada a sus ojos para darse cuenta de que detrás de ellos se escondían años y años de rechazo y deseo contenido. Solo se necesitaba ver ese destello perverso y obsesivo que se producía en sus ojos cada vez que miraba a una mujer para saber porque ninguna de ellas se le acercaba mucho.


Entró al baño y abrió el grifo del agua caliente de la ducha, esperó un momento, probó la temperatura con la mano y luego abrió el del agua fría. Entró y dejó que el agua le escurriera desde la cabeza a los pies. Estaba emocionado, llevaba esperando ese día desde hacía semanas. Con un pedazo de piedra pomez empezó a frotarse lentamente los callos de los pies. Eran ellos los que más sufrían las consecuencias de sus largas caminatas. Luego, con un estropajo empezó a frotarse fuertemente cada parte del cuerpo. Cuando llegó al miembro se estremeció un poco al sentirlo erecto. Quería hacer algo, calmar sus ansias, pero no podía, tendría que esperar, tenía demasiado miedo de que no funcionara como para arriesgarse. Sabía que más temprano que tarde ya no podría hacer nada. Incluso en ese momento le costaba mantenerse así sin la ayuda de la pequeña píldora azul. Todo estaba cayendo, tenía que aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba.
Había empezado hace un año. Sentía que se cansaba más rápido y que Cassandra, la prostituta con la que llevaba ya cierto tiempo, era menos entusiasta. Confirmó que empezaba a pasar cuando llegó la nueva. Era toda una sensación. Rubia, ojos azules y un trabajo de cirujano excepcional. Corría el rumor de que había sido modelo. Al ser el cliente más fiel, el dueño de la casa no lo pensó dos veces antes de darle prioridad cuando él se la pidió. Todo fue breve, no pasaron 10 minutos. Ella simplemente rió antes de dejar la habitación. Decidió no volver. No volvería a hacer el ridículo. Y entonces empezaron las caminatas. Ya estaba retirado y tenía básicamente todo el día libre. Caminaba y caminaba sin saber exactamente qué buscaba, hasta que, un día cualquiera, simplemente lo encontró.
Era la salida de un colegio. Niñas de todas las edades salían a borbotones y, por alguna razón, todas le recordaban a María Restrepo. Se fijó de pronto en un grupito que se había detenido a cierta distancia a observarlo. Llevaban las faldas atrevidamente altas y las blusas demasiado ajustadas (por lo menos una talla por debajo) para resaltar sus surgientes curvas. Casi pedían a gritos que las miraran y las desearan. Lo miraban y luego reían y susurraban entre ellas. Él empezó a sentir la ira que se formaba en su interior.

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