sábado, 28 de agosto de 2010

"No lo recuerdo" - Parte 3

(...) Se habían enamorado y se habían casado hace un poco menos de 2 años.


❉❉❉

Esperaba que en ese día tan importante el traje le trajera tanta suerte como aquella vez.
Se miró al espejo una última vez y salió de la habitación. En la sala de estar tomó un maletín negro que estaba en una de las sillas del comedor. Esperó un momento a que Fernanda saliera del baño. Ella salió con una toalla alrededor del cuerpo.
  • Amor, ya me tengo que ir. Tengo unas reuniones importantes más tarde y tengo que terminar de prepara todo. Por favor acuérdate de llevar tu inhalador, por lo que más quieras. No quiero tener que volver a pasar por lo mismo por lo que pasamos la semana pasada cuando tuviste la crisis y no lo llevabas.
  • Bueno, bueno - dijo ella levantando los ojos, luego se acerco a él y empezó acomodarle el saco y la corbata -. Que tengas un buen día. Te amo.
Se besaron brevemente.
Martín salió y cerró la puerta detrás de sí. Sonriendo camino hacía el ascensor, y en el momento en el que iba a oprimir el botón se arrepintió y decidió bajar por las escaleras como solía hacerlo por la mañana. Sabía que era inútil pero lo ayudaba a mantener la ilusión de que hacía algo de ejercicio si bajaba en las mañanas las escaleras. Ya en la noche estaba muy cansado y subía por el ascensor.
Bajó un piso, pero cuando se disponía a poner el pie en el siguiente escalón todo empezó a dar vueltas. La cabeza y el pecho le dolían como si estuviera agonizando en un campo de batalla, víctima del fuego enemigo. Cayó al suelo sobre sus rodillas. De pronto, tal y como había venido, todo el dolor se fue, todo volvió a la normalidad como si nada hubiera pasado. Casi por inercia Martín se levanto, se limpió las rodillas y siguió bajando.
Estando más abajo ya, escucho el sonido de una puerta abriéndose y el de voces que venían desde más arriba, sin embargo no fue capaz de reconocer nada de lo que decían.
En el parqueadero subió a su carro, se abrochó el cinturón de seguridad, puso la primera marcha y se fue rumbo a la oficina. Era una alivió encontrar las vías despejadas, en especial a esa hora, la oficina no era muy lejos, pero el recorrido podía llegar a ser un infierno.
Cuando llegó, su secretaria lo recibió con un paquete de documentos que tenía que revisar para antes de que comenzara la reunión 3 horas después.
Era interesante como su carrera se había disparado como un cohete. Llevaba solo dos años en la editorial pero ya estaba opcionado para el puesto de director del departamento de edición. No sabía que era lo que había hecho bien con exactitud pero parecía que cada libro que editaba se convertía en un éxito. Se había especializado en las novelas de misterio, que era su genero favorito. Prácticamente cada escritor de misterio del país sabía que Martín era el editor apropiado para su libro.
Es más, él mismo se encontraba envuelto en su proyecto propio, una novela de misterio sobrenatural. No había nada de lo que supiera más. Su infancia había estado llena del misterio de R.L. Stine con su serie de libros “Escalofríos” y de uno que otro episodio de las aventuras de Sherlock Holmes, más tarde, en su adolescencia temprana había pasado sus tardes y fines de semanas devorando con devoción los episodios de “La dimensión desconocida”, había descubierto al que sería su escritor favorito, Stephen King. Tenía también una obsesión casi febril por todos los asuntos sobrenaturales; espíritus, fantasmas, incluso ovnis.

lunes, 23 de agosto de 2010

"No lo recuerdo" - Parte 2

Sin más preámbulos, la segunda parte...

(...) Era en realidad el mismo traje que llevaba la primera vez que había conocido a Fernanda.

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Aquella vez, hacía ya 4 años, él estaba sentado en una cafetería descansando al medio día. Había comenzado a trabajar en la editorial unas semanas antes y ya estaba agobiado por su primer gran proyecto, un libro de 600 paginas sobre la historia del socialismo y comunismo en América latina. Supuso un gran reto en su momento principalmente por el carácter apolítico de Martín. No tenía mucha hambre y había encontrado en esa cafetería (un local más bien pequeño oculto en un callejón y además “opacado” por un gran restaurante en la esquina) una especie de santuario al que podía ir a tranquilizarse. Los dueños eran una pareja ya entrada en años que habían continuado con el negocio de los padres del señor. Él solía mantenerse detrás de la vitrina preparando los pedidos mientras su esposa los repartía a los pocos pero constantes clientes. Eran una pareja ciertamente encantadora, había tanto amor entre ellos todavía, después de tantos años, después de tantas cosas. Martín se sorprendía a si mismo algunas veces observándolos mientras llevaban una tranquila conversación detrás del mostrador, él solía hacer comentarios que hacían explotar carcajadas en su esposa, luego, la besaba suavemente y seguía con su labor. Ese era el tipo de relación que Martín siempre había querido tener.
Después de rechazar la oferta de algo de comer por parte de la señora mayor, Martín se había concentrado en beber su café bien cargado, con tres terrones de azúcar. De pronto, alguien se sentó en la silla del frente y puso una empanada frente a él.
  • Me he dado cuenta de que vienes bastante seguido, y que nunca comes. Si no comes te vas enfermar - dijo una mujer joven, tal vez un poco más que él. Tenía cabello castaño acaramelado, largo y suelto que caía a ambos lados de sus hombros, con un flequillo que tapaba un poco más de la mitad de su frente. Unos grandes y profundos ojos casi del mismo tono que su cabello, un poco más rojizo tal vez. Una nariz menuda y unos labios rosa. No utilizaba mucho maquillaje, un poco de delineador alrededor de los ojos y tal vez un poco de rubor sobre las mejillas. “Una mujer que sabe apreciar su belleza natural” pensó él.
  • Gracias - dijo él, dudoso, después de una breve pausa. La miró directo a los ojos mientras analizaba la situación. Se dio cuenta de como una amplia sonrisa se iba formando en esos labios rosa.
  • Soy Fernanda - dijo por fin ella extendiendo la mano por encima de la mesa.
  • Martín - respondió el tímidamente. Extendió su mano lentamente y tomó la de ella. Estaba cálida en comparación con sus siempre frías manos. Realmente agradecía que el lugar tuviera una iluminación baja porque de lo contrario ella ya se habría dado cuenta de cuan sonrojado estaba. A decir verdad era bastante juvenil todavía en esas situaciones, y empezaba a pensar que, para su pesar, siempre lo sería.
Y ahí estaba Fernanda, una mujer centrada que siempre había sabido lo que quería y que hacía lo necesario para conseguirlo, y que sin embargo no era agresiva o atrevida, como podría pensarse. Simplemente era una mujer que se había cansado de que las cosas llegaran lentamente. No era estrictamente feminista, pero tampoco se resignaba a perder oportunidades que eran más tradicionalmente masculinas. Estaba también cansada de esperar a que los hombres que le interesaban, siempre de un corte tímido y solitario, se dieran cuenta de que ella existía.
Y así fue como los dos entraron a la vida del otro. Después de esa tarde se habían empezado a ver más seguido, primero a la misma hora y luego en diferentes planes. Se habían enamorado y se habían casado hace un poco menos de 2 años.

"No lo recuerdo"

Como había prometido, aquí empezamos con la versión re-escrita de una de las entradas anteriores "Un cuento corto". Aún no tiene un titulo definido, estoy estudiando las opciones. Esta es la primera parte, pero a diferencia de otras ocasiones no va a haber tanto tiempo entre parte y parte, a decir ya tengo escrita la gran mayoría. Comenzando hoy (con esta) y por lo menos por los próximos 4 días voy a hacer una entrada diaria con un fragmento del cuento, que esta vez ya no es tan corto como su versión predecesora. También he de mencionar que pueden venir más sorpresas

P.S: El blog alcanzó las 500 visitas el pasado domingo!!! He notado un gran crecimiento en el número de visitas... las últimas 100 visitas entraron en los últimos 15 días!!! Les agradezco a todos los que están siguiendo el blog y a los que lo han difundido. Esperemos que estas cifras sigan creciendo, así yo también me veo más motivado y haré entradas más seguido. Les recuerdo una vez más las opciones para compartir al final de cada entrega y las de comentario rápido. GRACIAS!!! (de nuevo)


Después de tener una pesadilla, Martín despertó exaltado en medio de la noche. Se incorporó rápidamente en su cama despertando a Fernanda, su esposa. Ella prendió la lampara que estaba en la mesa de noche.
  • ¿Qué pasó? ¿Tuviste una pesadilla?
  • Si - respondió él en un suspiro mientras se llevaba la manos, primero a las cienes y luego al cabello desordenado.
  • ¿Sobre qué? - preguntó ella mientras con la mano acariciaba en círculos la espalda de su esposo.
  • No se, no me acuerdo.
Eran las 4 de la mañana.
Acercándose lentamente, Fernanda le dio un beso en la parte de atrás del cuello, un escalofrío recorrió su cuerpo entero y él logró predecir, mientras una sonrisa se formaba en su cara, el comentario que ella haría.
  • Ahora no voy a poder volver a dormirme.
Él volteó su rostro y le dio un beso. Hicieron el amor hasta que el despertador sonó dos horas después, y sin embargo, aquella sensación de angustia, de que algo estaba absolutamente fuera de lugar no lograba salir de su pecho, oprimiendo casi hasta el punto del dolor.
Él se levantó primero. Se dio una breve ducha con agua fría y empezó a alistarse para lo que suponía un arduo día de trabajo en la editorial.
Mientras se abotonaba los puños de la camisa empezó a sonar su celular. Era su secretaria.
  • Buenos días señor Martín - sonó desde el otro lado de la linea.
  • Buenos días Julieth.
  • Señor, es para recordarle que el día de hoy tiene una cita importante con los empresarios de la editorial americana a las 11 de la mañana. A las 2 de la tarde tiene que presentar el informe de la reunión al consejo general y a las 5 debe hacer la entrega de la edición final del libro del señor Correa.
  • Gracias, ya estoy terminando de alistarme y salgo para allá, tenga listos los documentos y las copias necesarios para la reunión por favor.
  • Si señor. Hasta luego.
  • Hasta luego.
Alejandro colgó y puso el celular de nuevo en el bolsillo de su pantalón. En realidad no solía vestir tan formal como ese día, sin embargo creía que podría acostumbrarse de ser necesario, no era tan incomodo, excepto por la corbata.
Con una parsimonia poco común en él, continuó alistándose. Se puso unos zapatos negros de corte inglés y se amarró los cordones con un doble nudo para evitar que se desamarraran (como siempre le sucedía) más adelante.
Por último abrió uno de los cajones del armario y sacó la única corbata que poseía. Con lineas diagonales azul casi celeste, la prenda combinaba perfectamente con sus ojos. Era en realidad el mismo traje que llevaba la primera vez que había conocido a Fernanda.

miércoles, 4 de agosto de 2010

"Un cuento corto" - En reparaciones

Hace 2 entradas publiqué "un cuento corto", algo que escribí en 10 minutos después de que se me ocurriera la idea. Ahora que vuelvo a leerlo me doy cuenta de ciertos vacíos que quedaron del afán. Dentro de poco podrán ver la versión "revisited", tal vez con un nombre esta vez.

¿preguntas? ¿dudas? ¿sugerencias? ¿algún tema en especial sobre el que quiere alguien que escriba?.... comenten!!!

viernes, 23 de julio de 2010

Un adelanto de lo que se viene...

Hace mucho no ponía nada, y como dice el titulo... un adelanto de lo que se viene por delante con este relato que me ha atrapado, en especial por su personaje femenino... con el tiempo iré contando el por qué, aunque supongo que se notará a medida que la historia avance... una vez mas recomiendo al que este leyendo esto que por favor difunda el blog (si le gusta)... es muy importante para mi saber la opinión de los demás acerca de estos textos... active unas nuevas opciones para compartir n diferentes redes sociales y para dar opiniones rápidas, las encontrarán en la parte de abajo de cada entrada... si pueden les agradecería comentaran... no siendo más los dejo con este apartado, que no es el primero (quiero decir el inicio de la historia) y esperemos que no sea el último...


- ¿Por qué te gusto todavía?
- Porque si.
- Esa no es una respuesta – reclamó ella con cierto tono de indignación en su voz.
- Claro que lo es.
- No sabes cuanto me molestan tus respuestas.
- Entonces, dime tu, ¿Por qué te gusto todavía?
- Mmm… porque si – dijo en voz baja, casi un susurro. Sintió como la temperatura de su rostro aumentaba mientras se ruborizaba. No podía decirle lo que estaba sintiendo, ni aunque lo intentara, a decir verdad todo eso la superaba en esos momentos. Volteó su cabeza y sus ojos se encontraron con los de él. No supo cuanto tiempo paso mientras se miraban fijamente. Luego, lentamente, él acerco su cara a la suya y la beso. Un beso tímido y tierno. Su corazón y su respiración empezaron a acelerarse como aquella vez y se dio cuenta de que todas sus preocupaciones habían sido en vano, él no había cambiado, al menos no en lo que importaba.
- Eso es suficiente para mi – dijo sonriente mientras apartaba la mirada y la devolvía a la ciudad, la inmensa urbe que pronto los absorbería de nuevo y en donde se separarían. Era absurdo, acababan de reencontrarse pero ella ya no soportaba la simple idea de estar separada de él, ya no más.
Escrutó su rostro en busca de señales que le dijeran que no era cierto, que eso no era suficiente para él. ¿Cómo podía serlo? Era inverosímil pensar en la sola idea. Cualquiera querría saber las razones, era más que lógico. Y ese era el quid del asunto, él no era cualquiera, jamás lo había sido, y aunque reclamara con todas sus fuerzas que todos sus actos eran simplemente actos lógicos, lo cierto era que todo su ser desafiaba toda lógica que ella pudiera comprender. De nuevo sintió esa distancia que al parecer siempre la separaría de él.
•••
- ¿Por qué te gusto todavía? – la escuchó preguntar.
La pregunta lo tomó por sorpresa, pero mantuvo su expresión lo más tranquila posible, aún sabiendo que ella no lo estaba mirando. No es que no lo supiera, no es que no lo hubiera pensado. A decir verdad lo había pensado muchas veces.
- Porque si
- Esa no es una respuesta – casi pudo ver en su mente la imagen de la expresión que debía tener en su rostro en ese momento. ¿Qué debía hacer? El hecho es que seguía siendo un completo idiota en esos asuntos.
- Claro que lo es
- No sabes cuanto me molestan tus respuestas.
- Entonces, dime tu, ¿Por qué te gusto todavía? – preguntó él disimulando el tono de expectación en su voz, aunque estaba casi seguro de que no había tenido mucho éxito.
- Mmm... porque si.
Volteó su cabeza hacía ella. Estaba sonrojada, y su expresión dejaba entrever un poco de confusión. Era la misma de siempre, la misma muchacha a la que sus sentimientos tomaban por sorpresa, la misma muchacha que necesitaba las razones para todo.
Ella se volteo lentamente y sus miradas se encontraron. En ese momento, él supo que había encontrado lo que había estado buscando. Aquella deliciosa sensación empezó a recorrer su cuerpo con una fuerza que desde hacía mucho no podía desatar. Empezó en su estomago y desde ahí se fue ampliando. Quería hacer su próximo movimiento pero estaba temeroso de que aquella sensación que tanto había anhelado se perdiera. Decidió quedarse así mientras se entregaba a lo que sentía.
De pronto, ya no pudo contenerse más. Acercó lentamente su rostro al de ella. Cuando llegó al punto en el que podía sentir su respiración acelerada contra su cara supo que no había vuelta atrás. Algo empezó a comprimirse en su cuerpo, algo que se libero cuando los labios se encontraron de nuevo. Con los ojos cerrados se entregó de nuevo, y como jamas lo había hecho, a esa exploración.
Era increíble, pero era tal y como lo recordaba. Había llegado a convencerse de que después de tanto tiempo lo que creía recordar era solamente una absurda amplificación de lo que en realidad había pasado. Incluso llego a dudar que hubiera pasado alguna vez. Pero no, allí estaba de nuevo. Esos labios absurdamente suaves, con esa cicatriz que era solo perceptible de ese modo.
- Eso es suficiente para mi – dijo separando, con esfuerzo, su rostro. Devolvió la mirada a la ciudad, aquella cosa que siempre le había parecido una maravilla y que en ese momento se veía como algo insignificante ante la magnitud de lo que estaba pasando.
“Eso es suficiente para mi” repitió en su cabeza. Y en realidad lo era. El solo hecho de que ella siguiera a su lado, y de que hubiera aceptado ese beso eran suficientes razones para él. A decir verdad él no era alguien que necesitara muchas razones, al fin y al cabo pensaba que nada tenía una razón primera. Si se le preguntaba a cualquiera el por qué le gustaba algo, y no conformándose con la primera respuesta se seguía indagando sobre el por qué de cada razón, llegaría el punto en el que los argumentos se acabarían y no existiría una razón primera para ese gusto. “Porque si” era la mejor respuesta que podía dar, todo lo demás, si bien no eran inventos, si serían intentos por racionalizar algo que no obedecía a razones.
El amor no era más que un capricho del corazón. Un niño caprichoso no entiende razones, no le importa si ya tiene mil juguetes, si sus padres no tienen dinero o si es la petición más absurda una vez se encapricha. Y así era el amor. Muchas traiciones se habían perdonado, muchos problemas habían acabado, o comenzado, por amor. La mismísima Troya había sido destruida porque Helena y su amante no entendieron razones, su amor los cegó. Ni siquiera los dioses estaban exentos a los efectos del capricho.
Hace bastante tiempo se había dado cuenta de que todos sus intentos, y los de cualquiera, por ser “único” no eran más que acciones fútiles. NUNCA se podía ser único como uno lo quería. No existían actitudes, gustos o acciones que no fueran compartidas con miles de personas en el planeta, es más, muchas de esas personas las encontrábamos sin mucho esfuerzo a nuestro alrededor, es por eso que teníamos amigos. Siendo totalmente únicos no seriamos capaces de relacionarnos con nadie, tendríamos gustos, actitudes y maneras de ser completamente únicas que no se podrían compaginar con las de los demás.
Y sin embargo, a pesar de que se podían encontrar personas absolutamente parecidas, el corazón era capaz de enamorarse de una sola, de encapricharse. Esa era en realidad la única manera de ser “único”, que el corazón de otra persona se encaprichara con uno.

martes, 30 de marzo de 2010

Un cuento corto

Un cuento corto, sin titulo (por ahora). se me ocurrio hace 10 minutos y acabo de terminar de escribirlo.

Ese día todo había sido normal, todo había transcurrido como de costumbre. Se había levantado, había desayunado, se había despedido de su esposa, había trabajado todo el día y ahora se disponía a ir a su casa. Bajó lentamente las escaleras hacia el sótano, estaba agotado, había sido, como siempre, un día agitado en la oficina. Entró a su carro y arrancó. Afuera las calles eran un caos entero.

Ahora ya no pensaba en su trabajo, solo podía pensar en su esposa. Se habían casado dos semanas antes y el solo deseaba llegar a su casa y verla, saber que ella estaría ahí siempre para él como él lo estaría para ella. No se contuvo y la llamo desde su celular. Después de una breve conversación y tras el obligatorio intercambio de cariño, colgó y prendió la radio. Ella no había llegado todavía al apartamento por lo que aprovecharía y la sorprendería con un ramo de rosas.

Se desvió un poco del camino y paró en la florería, una vez allí cambio de opinión y compro lirios azules en lugar de rosas. Diez minutos más tarde estaba ya en su apartamento.

Abrió lentamente la puerta y se dio cuenta de que la luz de la sala estaba prendida, ella ya había llegado. Entró pero no logró verla. Buscó en la cocina, y las habitaciones pero no la encontró. De pronto, vio lo que parecían ser unos pies detrás de la mesa del comedor, pensando que estaba jugando, con una sonrisa en su rostro, se acerco sigilosamente.

Su sonrisa se borró y dio paso a una expresión de pánico en el momento en el que se dio cuenta de que ella estaba tendida en el suelo, con un el mango de un cuchillo sobresaliendo de su espalda, la hoja seguía adentro. La sangre todavía fluía pero ella ya no estaba con vida. Él se agachó lentamente y tocó su rostro esperando obtener alguna reacción. Nada. Se percató de que algunas cosas estaban fuera de lugar. Ella debió haber llegado en el momento equivocado y el ladrón la había apuñalado y escapado.

Un ruido vino desde el baño y unos pasos acelerados se acercaron por su espalda. Su rostro mostró una expresión de incrédula sorpresa cuando, justo antes de quedar inconsciente, vio el rostro de su agresor. Todo se volvió negro.

Su cabeza lo estaba matando y por sus ojos salían lo que parecían ser lágrimas. No podía ser cierto. Su esposa estaba muerta y él estaba ahora quien sabe dónde. No podría soportar todo aquello, no podría continuar sin ella.

Entonces escuchó su voz, y todo volvió a iluminarse, ella estaba al lado suyo en la cama, le pedía desesperadamente que despertara. “Todo ha sido una pesadilla” pensó. Se levantó y se aferró a ella en un abrazo que pareció eterno. Lentamente se tranquilizo, pero prefirió ocultar el contenido de su desagradable sueño. No quería cerrar sus ojos de nuevo, cada vez que lo hacía lo único que veía la imagen de su cuerpo sin vida.

Lo extraño del asunto es que no había parecido un sueño, había sido demasiado vívido. Tenía una extraña sensación en su pecho. Vio la pantalla de su celular y no fue capaz de creer lo que estaba viendo. La fecha era la misma del día anterior. No era posible. Llamó a su secretaria y ella le confirmo exactamente las mismas citas que había tenido el día anterior. Después de todo parecía que no había sido simplemente un sueño. Su esposa si había sido asesinada, o lo sería si él no lo evitaba. La vida le había dado una segunda oportunidad y el no la desaprovecharía.

Fingió que todo iba normal y salió “hacia su trabajo”, una extraña sensación recorrió su cuerpo de arriba abajo y por un momento le pareció ver a alguien muy parecido a él bajando las escaleras. Esperó a que ella saliera y entró de nuevo al apartamento. Estaría dentro todo el día hasta que el ladrón apareciera. Esperó y esperó mientras las horas pasaban más lento que de costumbre. No comió, ni siquiera fue al baño, simplemente se limitó a esconderse tras una pared, inmóvil.

Cuando empezó a anochecer miró su reloj y se dio cuenta de que era casi la hora en la que se había comunicado con ella. El momento se acercaba. Su corazón latía cada vez con más fuerza. Cayó en la cuenta de que no recordaba el rostro de quien lo había dejado inconsciente. Entonces lo escucho, el sonido de la puerta abriéndose. Todo estaba tan oscuro que lo único que veía era su difusa silueta contra la gran ventana de la sala. Sin prender la luz vio como el sujeto e acercaba a la gaveta y empezaba a buscar algo en su interior. Era él, tenía que ser él. Tendría que hacer su movimiento rápido y preciso, ella estaba por llegar y no sabía cuándo sería.

Sigilosamente entró en la cocina y tomó uno de los cuchillos que encontró. La silueta seguía buscando en la gaveta cuando él llegó por detrás. Con un rápido e implacable movimiento clavó una, dos y tres veces el cuchillo hasta que la hoja estuvo completamente adentro. Escuchó un leve gemido y sintió como la sangre corría por el mango y llegaba hasta su mano. Soltó el cuchillo y vio como la masa caía. Caminó unos pasos u con la mano encontró el interruptor de la luz. Lo había logrado, había evitado el homicidio de su esposa. Prendió y de nuevo se acerco al individuo.

Se detuvo en seco y su mente dejó de pensar. Su rostro se convirtió en una mueca desfigurada y sus manos cayeron a sus costados sin la fuerza suficiente para levantarse. Detrás de la mesa del comedor estaba ella, tendida en el suelo, con un cuchillo en su espalda mientras su sangre empezaba a regarse sobre la alfombra.

La puerta empezó a abrirse y su cuerpo se movió por inercia hacía el baño. Pero no era inercia, por alguna razón el control sobre sus movimientos ya no le pertenecía. Ya no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera la imagen de su esposa muerta, no, asesinada por él mismo en un intento por salvarla.

Por la rendija de puerta entreabierta se vio a él mismo acercarse al cuerpo sin vida, y sintiendo que su cuerpo no era suyo, salió y corrió hacía su figura, se vio voltearse y reconocerse, y sin saber porque, lo único que fue capaz de hacer fue golpear a ese sorprendido reflejo suyo.


sábado, 5 de septiembre de 2009

Sobre la madurez

Poniendo en claro el hecho de que la madurez no existe, lo único en lo que podemos basarnos para argumentar el crecimiento (o la falta de él) de una persona es su nivel de conciencia. La vida se encarga de poner en el camino de una persona experiencias (buenas y/o malas) que permiten que ésta, si las interpreta de la manera correcta obtenga una conciencia diferente, aplicable no solo a situaciones del mismo tipo sino también a las asociadas. En la medida en que dos personas hayan vivido más cosas y a su vez tengan más conocimientos, estas dos personas podrán entablar una conversación, no necesariamente en los mismo términos pero por lo menos en igualdad de condiciones. Del mismo modo, en la medida en que se obtienen más conciencias, los individuos pueden actuar de manera más acertada en las diferentes clases de situaciones que se les presenten.