lunes, 23 de agosto de 2010

"No lo recuerdo" - Parte 2

Sin más preámbulos, la segunda parte...

(...) Era en realidad el mismo traje que llevaba la primera vez que había conocido a Fernanda.

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Aquella vez, hacía ya 4 años, él estaba sentado en una cafetería descansando al medio día. Había comenzado a trabajar en la editorial unas semanas antes y ya estaba agobiado por su primer gran proyecto, un libro de 600 paginas sobre la historia del socialismo y comunismo en América latina. Supuso un gran reto en su momento principalmente por el carácter apolítico de Martín. No tenía mucha hambre y había encontrado en esa cafetería (un local más bien pequeño oculto en un callejón y además “opacado” por un gran restaurante en la esquina) una especie de santuario al que podía ir a tranquilizarse. Los dueños eran una pareja ya entrada en años que habían continuado con el negocio de los padres del señor. Él solía mantenerse detrás de la vitrina preparando los pedidos mientras su esposa los repartía a los pocos pero constantes clientes. Eran una pareja ciertamente encantadora, había tanto amor entre ellos todavía, después de tantos años, después de tantas cosas. Martín se sorprendía a si mismo algunas veces observándolos mientras llevaban una tranquila conversación detrás del mostrador, él solía hacer comentarios que hacían explotar carcajadas en su esposa, luego, la besaba suavemente y seguía con su labor. Ese era el tipo de relación que Martín siempre había querido tener.
Después de rechazar la oferta de algo de comer por parte de la señora mayor, Martín se había concentrado en beber su café bien cargado, con tres terrones de azúcar. De pronto, alguien se sentó en la silla del frente y puso una empanada frente a él.
  • Me he dado cuenta de que vienes bastante seguido, y que nunca comes. Si no comes te vas enfermar - dijo una mujer joven, tal vez un poco más que él. Tenía cabello castaño acaramelado, largo y suelto que caía a ambos lados de sus hombros, con un flequillo que tapaba un poco más de la mitad de su frente. Unos grandes y profundos ojos casi del mismo tono que su cabello, un poco más rojizo tal vez. Una nariz menuda y unos labios rosa. No utilizaba mucho maquillaje, un poco de delineador alrededor de los ojos y tal vez un poco de rubor sobre las mejillas. “Una mujer que sabe apreciar su belleza natural” pensó él.
  • Gracias - dijo él, dudoso, después de una breve pausa. La miró directo a los ojos mientras analizaba la situación. Se dio cuenta de como una amplia sonrisa se iba formando en esos labios rosa.
  • Soy Fernanda - dijo por fin ella extendiendo la mano por encima de la mesa.
  • Martín - respondió el tímidamente. Extendió su mano lentamente y tomó la de ella. Estaba cálida en comparación con sus siempre frías manos. Realmente agradecía que el lugar tuviera una iluminación baja porque de lo contrario ella ya se habría dado cuenta de cuan sonrojado estaba. A decir verdad era bastante juvenil todavía en esas situaciones, y empezaba a pensar que, para su pesar, siempre lo sería.
Y ahí estaba Fernanda, una mujer centrada que siempre había sabido lo que quería y que hacía lo necesario para conseguirlo, y que sin embargo no era agresiva o atrevida, como podría pensarse. Simplemente era una mujer que se había cansado de que las cosas llegaran lentamente. No era estrictamente feminista, pero tampoco se resignaba a perder oportunidades que eran más tradicionalmente masculinas. Estaba también cansada de esperar a que los hombres que le interesaban, siempre de un corte tímido y solitario, se dieran cuenta de que ella existía.
Y así fue como los dos entraron a la vida del otro. Después de esa tarde se habían empezado a ver más seguido, primero a la misma hora y luego en diferentes planes. Se habían enamorado y se habían casado hace un poco menos de 2 años.

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