sábado, 28 de agosto de 2010

"No lo recuerdo" - Parte 3

(...) Se habían enamorado y se habían casado hace un poco menos de 2 años.


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Esperaba que en ese día tan importante el traje le trajera tanta suerte como aquella vez.
Se miró al espejo una última vez y salió de la habitación. En la sala de estar tomó un maletín negro que estaba en una de las sillas del comedor. Esperó un momento a que Fernanda saliera del baño. Ella salió con una toalla alrededor del cuerpo.
  • Amor, ya me tengo que ir. Tengo unas reuniones importantes más tarde y tengo que terminar de prepara todo. Por favor acuérdate de llevar tu inhalador, por lo que más quieras. No quiero tener que volver a pasar por lo mismo por lo que pasamos la semana pasada cuando tuviste la crisis y no lo llevabas.
  • Bueno, bueno - dijo ella levantando los ojos, luego se acerco a él y empezó acomodarle el saco y la corbata -. Que tengas un buen día. Te amo.
Se besaron brevemente.
Martín salió y cerró la puerta detrás de sí. Sonriendo camino hacía el ascensor, y en el momento en el que iba a oprimir el botón se arrepintió y decidió bajar por las escaleras como solía hacerlo por la mañana. Sabía que era inútil pero lo ayudaba a mantener la ilusión de que hacía algo de ejercicio si bajaba en las mañanas las escaleras. Ya en la noche estaba muy cansado y subía por el ascensor.
Bajó un piso, pero cuando se disponía a poner el pie en el siguiente escalón todo empezó a dar vueltas. La cabeza y el pecho le dolían como si estuviera agonizando en un campo de batalla, víctima del fuego enemigo. Cayó al suelo sobre sus rodillas. De pronto, tal y como había venido, todo el dolor se fue, todo volvió a la normalidad como si nada hubiera pasado. Casi por inercia Martín se levanto, se limpió las rodillas y siguió bajando.
Estando más abajo ya, escucho el sonido de una puerta abriéndose y el de voces que venían desde más arriba, sin embargo no fue capaz de reconocer nada de lo que decían.
En el parqueadero subió a su carro, se abrochó el cinturón de seguridad, puso la primera marcha y se fue rumbo a la oficina. Era una alivió encontrar las vías despejadas, en especial a esa hora, la oficina no era muy lejos, pero el recorrido podía llegar a ser un infierno.
Cuando llegó, su secretaria lo recibió con un paquete de documentos que tenía que revisar para antes de que comenzara la reunión 3 horas después.
Era interesante como su carrera se había disparado como un cohete. Llevaba solo dos años en la editorial pero ya estaba opcionado para el puesto de director del departamento de edición. No sabía que era lo que había hecho bien con exactitud pero parecía que cada libro que editaba se convertía en un éxito. Se había especializado en las novelas de misterio, que era su genero favorito. Prácticamente cada escritor de misterio del país sabía que Martín era el editor apropiado para su libro.
Es más, él mismo se encontraba envuelto en su proyecto propio, una novela de misterio sobrenatural. No había nada de lo que supiera más. Su infancia había estado llena del misterio de R.L. Stine con su serie de libros “Escalofríos” y de uno que otro episodio de las aventuras de Sherlock Holmes, más tarde, en su adolescencia temprana había pasado sus tardes y fines de semanas devorando con devoción los episodios de “La dimensión desconocida”, había descubierto al que sería su escritor favorito, Stephen King. Tenía también una obsesión casi febril por todos los asuntos sobrenaturales; espíritus, fantasmas, incluso ovnis.

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