miércoles, 22 de diciembre de 2010
"No lo recuerdo" - El cortometraje
domingo, 12 de diciembre de 2010
On A Memory Lane 4
lunes, 6 de diciembre de 2010
On A Memory Lane 3
En aquella época le puse el título "Supresiones", y así se quedará...
sábado, 27 de noviembre de 2010
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martes, 9 de noviembre de 2010
Nuevo Blog: Aiwellonen Digital
domingo, 7 de noviembre de 2010
Un adelanto de lo que se viene... La Introducción
Y allí estaba de nuevo, aquella mirada que con tanta frecuencia aparecía en su rostro últimamente, aquella mirada de resignado remordimiento, aquella mirada que aparecía cada vez que la veía, esa mirada que además dejaba entrever la cobardía y poca confianza que tenia frente a las mujeres que le interesaban.
Lo más probable era que no fuera a ser capaz de superar ese episodio. Tal vez nunca sería capaz de conectarse así con nadie más. Nunca sería capaz de entablar una relación en la que como mínimo hubiera la mitad de conexión con nadie más. Aunque el contacto físico había sido casi nulo (hasta los momentos finales), aunque incluso no habían cruzado casi palabras, él la conocía ahora perfectamente, sus miedos, sus ilusiones, incluso sus tics, y a su vez, aunque no se diera cuenta, ella lo conocía a el mejor que nadie en el mundo, solo a ella le había dejado ver su verdadero ser.
Y sin embargo estaba allí, después de todo por lo que habían pasado y aun no era capaz de hablarle. Es más, ella, de alguna manera, fingía que todo aquello no había pasado, o al menos eso le parecía a él.
Todo había empezado con la salida de campo.
lunes, 1 de noviembre de 2010
La Puerta Oscura (fragmento)
Ella acompañó sus palabras con una nueva postura: se tumbó junto a Pascal que , algo violento, sintió por un instante el pelo lacio de la chica rozar su antebrazo. << ¿Se había tratado de un contacto accidental? >>, se preguntó él.
Cualquier movimiento de Beatrice, siempre armonioso, transmitía una impresión tan casual, que Pascal se resistía a pensar que había otra intención. A pesar de lo tentadoras que resultaban las otras opciones.
Fruto de aquella incomodidad que ella no parecía percibir y que avergonzaba a Pascal, él se quedó en silencio y aprovechó para terminar su bocadillo hasta que Beatrice le anunciara que podían conmtinuar el camino.
Los minutos se agolpaban con la lentitud propia de aquel universo apagado. Los ojos de Pascal se cansaron de observar el triste panorama que los rodeaba, todo negrura sobre el firme pedregoso de aquella planicie yerma que coronaba los acantilados, más allá de las cienagás. Y entonces, traviesas, sus pupilas se posaron en el cuerpo de Beratrice, al principio de un modo fugaz, tímido, curioso, y más adelante con la determinación intrépida de un minucioso examen.
A Pascal lo invadió una repentina sed mientras observaba los gruesos labios de Beatrice entreabiertos, sin aliento, sus facciones delicadas, su camiseta corta que dejaba entrever un vientre suave e insinuaba las curvas de unos pechos que no oscilaban porque ella no respiraba, solo aguardaba.
Aguardar. Pascal llevaba toda la vida haciéndolo, al igual que con Michelle cuando se la arrebataron. Y ahora entaba con Beatrice, un ángel en el reino de los demonios. Él tampoco respiraba, o más bien sentía unas extranas ganas de respirarla a ella, azotado por la soledad implacable de ser un aventurero entre deconocidos, obedeciendo a un rumbo tan impreciso como lo era su propio destino como Viajero.
Su futuro se hallaba envuelto en una nebulosa. Procuraba agarrarse al recuerdo de su mundo, pero ni siquiera albergaba la seguridad de que Michelle hubiera decidido aceptar su proposición, una incógnita que había perdido su importancia en el preciso instante en que la vida de ella empezó a correr peligro.
Así que, por el momento, estaba solo.
Beatrice continuaba tendida sobre el suelo, sensual sin pretenderlo o quizá por ello, con una pierna flexionada en ángulo recto y la cabeza apoyada en un brazo que descansaba en la tierra. Su mirada, soñadora, se perdía en la lejanía. Quién sabe si recordando su vida, su prematura muerte... o cuán distinto sería todo si compartiera con Pascal la sangre oxigenada que fluía por las venas del chico. O cuán distinto sería todo si no existiese Michelle con el poderoso efecto de su ausencia.
Pacal no habría podido precisar cuál de aquellos pensamientos la mantenía absorta, aunque, a pesar del poco tiempo que hacía que se conocían, compartir experiencias tan intensas proporcionaba un grado de complicidad, de intimidad, incomprensible en la realidad cotidiana. No. La causa de que Pascal no tuviera ni idea de lo que pasaba por la mente de Beatrice era que su cerebro se había colapsado con una única idea, arrolladora, que ganaba fuerza cada segundo: acariciar aquella piel blanca de diecisiete años que cubría al espíritu errante ocultando su condición inerte, sentir su roce, saborearla.
Quería tocarla.
Ya compensaría él su tacto frío, ya despertaría con su aliento los pulmones de aquella criatura hermosa y profunda.
Pascal había enrojecido en medio de su mutismo, anonadado ante el poder de una pasión incontrolada que le enseñó la diferencia entre el deseo y el amor. Porque seguía amando a Michelle, aquello era otra cosa, pero que importaba mucho en aquel presente paralelo donde cada hora podía ser la última. Tragó saliva, incapaz de pronunciar una palabra que llamase la atención de Beatrice, que lograse que ella volviese la cabeza terminando así con aquel atormentador recorrido visual por su cuerpo, que él prolongaba de un modo morboso.
Confundido, Pascal sentía las reacciones de su cuerpo -los latido enérgicos, la sequedad en la boca- que le hacían anhelar que aquella turbadora espera terminase pronto, aunque no encontraba la determinación suficiente para hacer algo que lo provocara. Y es que, en su estado de confusa exitación no respondía de sí mismo, estaba a punto de perder el control arrastrado por la avalancha de un instinto ingobernable que pugnaba por liberarse, por liberarlo.
Ni siquiera podía asegurar que regresara vivo de aquella locura, que llegase a encontrar a Michelle. Que volviese a ver a su familia, a sus amigos.
A partir de aquel momento, podían perderse para siempre en la Oscuridad, como aquellos cohetes espaciales mal programados que pasan de largo frente a su objetivo, condenados de forma irreversible a vagar eternamente por el universo.
Aquellas posibilidades debilitaban su resistencia. Y es que aún estaba vivo.
Beatrice giró su rostro hacia él, y su gesto asombrado ante el aturdido semblante del Viajero casi logró quebrar la barreras que él intentaba en vano construir, pues en la transparencia de sus pupilas, Pascal había distinguido un atisbo de complicidad. El chico no quiso pensar más, con la esperanza de reunir el valor suficiente para llegar más lejos, para lanzarse el vacío. Pero, una vez más, lo único que consiguió fue aproximar su cara sofocada a la de ella, sin hablar. Escasos centímetros separaban sus facciones y Beatrice se dejó embriagar por el cálido aliento del Viajero, expectante. También indecisa ante lo que estaba a punto de ocurrir, no acertó a retirar sus labios, como ofrenciéndole otra tentadora oportunidad que Pascal, paralizado, tampoco aprovechó. Él se limitó a pedirle ayuda con los ojos, a solicitarle el empuje que no hallaba en su interior.
Ella captó el mensaje. A pesar de dudar si aquello estaba bien, al final fue Beatrice la que superó la ínfima distancia que se interponía entre ellos. Era todo tan extraño, tan excepcional, y hacía tanto que el espíritu errante no sentía calor...
Pascal percibió con los ojos cerrados cómo las bocas se juntaban, y se negó a abrirlos aterrado ante la posibilidad de que quel instante terminase. Se estaban besando. Se movían, en rumoroso silencio, profanando la sentenciada serenidad de aquel recinto de condenados.
El Viajero, ajeno a todo lo que no fuera ella, recorria con sus manos aquel delicado cuerpo, lo saboreaba aportando sufiente calidez para los dos. Beatrice, luchando contra toda la inercia de su propio estado, también lo acariciaba, mientras recordaba con cada roce un tiempo no muy lejano en que también ella vivió bajo el sol.
Su mutua incomodidad fue sucumbiendo a una placentera exploración y sus cuerpos se fundieron. Sus pensamientos volaban mientras tanto. Imaginaban un pasado sin el obstáculo de lamuerte.Quizá incluso llegaron a cruzarse en el mundo de los vivos, una tarde cualquiera, en una calle de París. Antes del accidente aéreo.
sábado, 23 de octubre de 2010
On A Memory Lane 2
Todos en este mundo estamos solos, de alguna manera y otro. Incluso podría considerarse a la soledad como el motor básico de la vida como socialmente la conocemos; le tememos y aborrecemos de una manera incalculable e insoportable, tanto es así, que constantemente estamos tratando escapar de ella, pero, ¿Cómo huir de la soledad?, ese es el problema. Tal vez teniendo muchos “amigos” o “conociendo” a muchas personas.
Algunos dicen que el único enemigo del hombre es el miedo, que es lo único que detiene al hombre para lograr la realización de la ilimitada gama de posibilidades que le es adjudicada egocéntricamente casi por naturaleza. De igual manera existen muchos miedos a muchas cosas, pero solo uno es común a todos (o casi todos) los seres humanos, el miedo a estar solo (el miedo a la muerte viene a ser prácticamente lo mismo). El miedo a la soledad nos impide desarrollar una completa personalidad propia. Nuestros cuerpos y mentes son frágiles, nuestras almas aún más, y todos estos elementos estás sujetos a los cambios de nuestro entorno, son vulnerables en mayor o menor medida ante las opiniones y comentarios de los demás, y buscan maneras de adaptarse, de no estar solos, de hacerse reconocer, y efectivamente, muchas veces nos adaptamos muy bien y nos encontramos con más personas que nos reconocen, entramos a ser parte del mundo, del mapa, sin embargo, el reconocimiento (al igual que el poder) corrompe, es algo casi adictivo, una vez te reconocen, quieres más, quieres ser reconocidos por más cosas. Paradójicamente en este proceso aparece la competitividad, aquel deseo por estar solos en la cima del planeta, de ser los mejores (y reconocidos por tanto) y no compartir la gloria con nadie, y la soledad sobresale, de nuevo, como reina en nuestro corazón, retomando espacio.
La amistad, un concepto con el tiempo degradado que actualmente de reduce a la compinchería y habladuría. Entre más “amigos” tengas, más popular eres, más reconocido y menos solo estás, o al menos eso es lo que te hacen creer. Pero, ¿Cuántos de estos “amigos” son dignos de confianza absoluta?, lo más probable es que ninguno. Por más cercano que te sientas a otra persona, la sociedad actual nos hace desconfiar de todos (nos obliga a estar solos), nos hace pensar en que todos vana hacer lo peor, que cualquier cosa que le cuentes a cualquiera será divulgada sin la menor señal de misericordia frente a tu integridad personal, frente a tu frágil corazón. Nosotros mismos nos sorprendemos contando cosas que no deberían saberse. Sin embargo, seguimos tratando una y otra vez, seguimos mirando nuevos horizontes para conocer más “amigos”, pero con más precaución. Entonces nos cerramos, mejor dicho, abrimos un lugar en nuestro interior en donde guardamos nuestros pensamientos y recuerdos más íntimos, aquello que no sólo tenemos miedo de contar sino que tal vez no es debido, y aquí, de nuevo, nos encontramos solos, solos con nuestros pensamientos.
domingo, 17 de octubre de 2010
Un adelanto de lo que se viene... 2
Se quedó en silencio y empezó a escuchar todos los sonidos. No supo cuanto tiempo paso mientras trataba de aislar uno a uno los sonidos de la ciudad. El zumbido de los carros que era solo opacado por el mismo de las personas, una gran y deficiente colmena.
Cuando al fin se decidió a seguir con su camino comenzó con una marcha lenta. Salio del parquecillo y se sintió extraño, en el momento en el que dio el primer paso afuera sintió como si toda la ciudad afuera de ese espacio hubiera entrado en el más profundo de los silencios. Las voces de las personas se escuchaban como meros susurros y los carros iban como si apenas estuviera tocando el pavimento. Sonrió para si mismo y continuó su camino, sin saber exactamente cual era.
Le gustaba jugar a descifrar a las personas con quienes se cruzaba, a quienes veía al otro lado de la calle mientras esperaba el cambio del semáforo. Entre más caminaba más se enraizaba en su mente la idea de la colmena deficiente. La gente iba por la calle sin fijarse en los demás, sin fijarse en nada de lo que lo rodeaba. El único contacto que se establecía era el del accidental choque. Todos iban tan separados de la realidad que no se daban cuenta de que él los estaba mirando, y él podía conocer a las personas sin necesidad de hablar con ellas, una relación que se creaba entre él y la persona que descifraba en un pequeño y fugaz instante de no compartida intimidad.
Caminar por la calle era la absoluta y, en ocasiones, deliciosa soledad. Una soledad que a veces lo agobiaba alarmante y casi histéricamente, pero que otra veces era todo lo que necesitaba para pensar, para poder continuar con su vida.
domingo, 3 de octubre de 2010
Mejoras Octubre
sábado, 28 de agosto de 2010
"No lo recuerdo" - Parte 3
- Amor, ya me tengo que ir. Tengo unas reuniones importantes más tarde y tengo que terminar de prepara todo. Por favor acuérdate de llevar tu inhalador, por lo que más quieras. No quiero tener que volver a pasar por lo mismo por lo que pasamos la semana pasada cuando tuviste la crisis y no lo llevabas.
- Bueno, bueno - dijo ella levantando los ojos, luego se acerco a él y empezó acomodarle el saco y la corbata -. Que tengas un buen día. Te amo.
lunes, 23 de agosto de 2010
"No lo recuerdo" - Parte 2
- Me he dado cuenta de que vienes bastante seguido, y que nunca comes. Si no comes te vas enfermar - dijo una mujer joven, tal vez un poco más que él. Tenía cabello castaño acaramelado, largo y suelto que caía a ambos lados de sus hombros, con un flequillo que tapaba un poco más de la mitad de su frente. Unos grandes y profundos ojos casi del mismo tono que su cabello, un poco más rojizo tal vez. Una nariz menuda y unos labios rosa. No utilizaba mucho maquillaje, un poco de delineador alrededor de los ojos y tal vez un poco de rubor sobre las mejillas. “Una mujer que sabe apreciar su belleza natural” pensó él.
- Gracias - dijo él, dudoso, después de una breve pausa. La miró directo a los ojos mientras analizaba la situación. Se dio cuenta de como una amplia sonrisa se iba formando en esos labios rosa.
- Soy Fernanda - dijo por fin ella extendiendo la mano por encima de la mesa.
- Martín - respondió el tímidamente. Extendió su mano lentamente y tomó la de ella. Estaba cálida en comparación con sus siempre frías manos. Realmente agradecía que el lugar tuviera una iluminación baja porque de lo contrario ella ya se habría dado cuenta de cuan sonrojado estaba. A decir verdad era bastante juvenil todavía en esas situaciones, y empezaba a pensar que, para su pesar, siempre lo sería.
"No lo recuerdo"
- ¿Qué pasó? ¿Tuviste una pesadilla?
- Si - respondió él en un suspiro mientras se llevaba la manos, primero a las cienes y luego al cabello desordenado.
- ¿Sobre qué? - preguntó ella mientras con la mano acariciaba en círculos la espalda de su esposo.
- No se, no me acuerdo.
- Ahora no voy a poder volver a dormirme.
- Buenos días señor Martín - sonó desde el otro lado de la linea.
- Buenos días Julieth.
- Señor, es para recordarle que el día de hoy tiene una cita importante con los empresarios de la editorial americana a las 11 de la mañana. A las 2 de la tarde tiene que presentar el informe de la reunión al consejo general y a las 5 debe hacer la entrega de la edición final del libro del señor Correa.
- Gracias, ya estoy terminando de alistarme y salgo para allá, tenga listos los documentos y las copias necesarios para la reunión por favor.
- Si señor. Hasta luego.
- Hasta luego.