domingo, 17 de octubre de 2010

Un adelanto de lo que se viene... 2

Es solo un pequeño borrador de la historia de la que les hablé, solo para que vean en lo que he estado trabajando.
Por otro lado, me complace informar que se me ha permitido dirigir una adaptación de "un cuento corto", por motivos de material no se va a poder hacer todo el cuento, solo será una parte en 3 minutos... el otro fin de semana es el rodaje, más o menos dentro de un mes estará lista toda la post-producción, y obviamente aquí estaré dejando este que es mi debut como director, espero estén pendientes.

Era su parte favorita de la ciudad, la única que todavía tenía algo de naturaleza, naturaleza desapercibida, Miraba hacía el cielo y veía las copas de los árboles marchitos que se mezclaban con los rascacielos de la ciudad sobre el cielo gris azulado, los rascacielos que rodeaban ese pequeño espacio, ese pequeño lugar que se había convertido en una especie de santuario para él.

Se quedó en silencio y empezó a escuchar todos los sonidos. No supo cuanto tiempo paso mientras trataba de aislar uno a uno los sonidos de la ciudad. El zumbido de los carros que era solo opacado por el mismo de las personas, una gran y deficiente colmena.

Cuando al fin se decidió a seguir con su camino comenzó con una marcha lenta. Salio del parquecillo y se sintió extraño, en el momento en el que dio el primer paso afuera sintió como si toda la ciudad afuera de ese espacio hubiera entrado en el más profundo de los silencios. Las voces de las personas se escuchaban como meros susurros y los carros iban como si apenas estuviera tocando el pavimento. Sonrió para si mismo y continuó su camino, sin saber exactamente cual era.

Le gustaba jugar a descifrar a las personas con quienes se cruzaba, a quienes veía al otro lado de la calle mientras esperaba el cambio del semáforo. Entre más caminaba más se enraizaba en su mente la idea de la colmena deficiente. La gente iba por la calle sin fijarse en los demás, sin fijarse en nada de lo que lo rodeaba. El único contacto que se establecía era el del accidental choque. Todos iban tan separados de la realidad que no se daban cuenta de que él los estaba mirando, y él podía conocer a las personas sin necesidad de hablar con ellas, una relación que se creaba entre él y la persona que descifraba en un pequeño y fugaz instante de no compartida intimidad.

Caminar por la calle era la absoluta y, en ocasiones, deliciosa soledad. Una soledad que a veces lo agobiaba alarmante y casi histéricamente, pero que otra veces era todo lo que necesitaba para pensar, para poder continuar con su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario