viernes, 23 de julio de 2010
Un adelanto de lo que se viene...
martes, 30 de marzo de 2010
Un cuento corto
Ese día todo había sido normal, todo había transcurrido como de costumbre. Se había levantado, había desayunado, se había despedido de su esposa, había trabajado todo el día y ahora se disponía a ir a su casa. Bajó lentamente las escaleras hacia el sótano, estaba agotado, había sido, como siempre, un día agitado en la oficina. Entró a su carro y arrancó. Afuera las calles eran un caos entero.
Ahora ya no pensaba en su trabajo, solo podía pensar en su esposa. Se habían casado dos semanas antes y el solo deseaba llegar a su casa y verla, saber que ella estaría ahí siempre para él como él lo estaría para ella. No se contuvo y la llamo desde su celular. Después de una breve conversación y tras el obligatorio intercambio de cariño, colgó y prendió la radio. Ella no había llegado todavía al apartamento por lo que aprovecharía y la sorprendería con un ramo de rosas.
Se desvió un poco del camino y paró en la florería, una vez allí cambio de opinión y compro lirios azules en lugar de rosas. Diez minutos más tarde estaba ya en su apartamento.
Abrió lentamente la puerta y se dio cuenta de que la luz de la sala estaba prendida, ella ya había llegado. Entró pero no logró verla. Buscó en la cocina, y las habitaciones pero no la encontró. De pronto, vio lo que parecían ser unos pies detrás de la mesa del comedor, pensando que estaba jugando, con una sonrisa en su rostro, se acerco sigilosamente.
Su sonrisa se borró y dio paso a una expresión de pánico en el momento en el que se dio cuenta de que ella estaba tendida en el suelo, con un el mango de un cuchillo sobresaliendo de su espalda, la hoja seguía adentro. La sangre todavía fluía pero ella ya no estaba con vida. Él se agachó lentamente y tocó su rostro esperando obtener alguna reacción. Nada. Se percató de que algunas cosas estaban fuera de lugar. Ella debió haber llegado en el momento equivocado y el ladrón la había apuñalado y escapado.
Un ruido vino desde el baño y unos pasos acelerados se acercaron por su espalda. Su rostro mostró una expresión de incrédula sorpresa cuando, justo antes de quedar inconsciente, vio el rostro de su agresor. Todo se volvió negro.
Su cabeza lo estaba matando y por sus ojos salían lo que parecían ser lágrimas. No podía ser cierto. Su esposa estaba muerta y él estaba ahora quien sabe dónde. No podría soportar todo aquello, no podría continuar sin ella.
Entonces escuchó su voz, y todo volvió a iluminarse, ella estaba al lado suyo en la cama, le pedía desesperadamente que despertara. “Todo ha sido una pesadilla” pensó. Se levantó y se aferró a ella en un abrazo que pareció eterno. Lentamente se tranquilizo, pero prefirió ocultar el contenido de su desagradable sueño. No quería cerrar sus ojos de nuevo, cada vez que lo hacía lo único que veía la imagen de su cuerpo sin vida.
Lo extraño del asunto es que no había parecido un sueño, había sido demasiado vívido. Tenía una extraña sensación en su pecho. Vio la pantalla de su celular y no fue capaz de creer lo que estaba viendo. La fecha era la misma del día anterior. No era posible. Llamó a su secretaria y ella le confirmo exactamente las mismas citas que había tenido el día anterior. Después de todo parecía que no había sido simplemente un sueño. Su esposa si había sido asesinada, o lo sería si él no lo evitaba. La vida le había dado una segunda oportunidad y el no la desaprovecharía.
Fingió que todo iba normal y salió “hacia su trabajo”, una extraña sensación recorrió su cuerpo de arriba abajo y por un momento le pareció ver a alguien muy parecido a él bajando las escaleras. Esperó a que ella saliera y entró de nuevo al apartamento. Estaría dentro todo el día hasta que el ladrón apareciera. Esperó y esperó mientras las horas pasaban más lento que de costumbre. No comió, ni siquiera fue al baño, simplemente se limitó a esconderse tras una pared, inmóvil.
Cuando empezó a anochecer miró su reloj y se dio cuenta de que era casi la hora en la que se había comunicado con ella. El momento se acercaba. Su corazón latía cada vez con más fuerza. Cayó en la cuenta de que no recordaba el rostro de quien lo había dejado inconsciente. Entonces lo escucho, el sonido de la puerta abriéndose. Todo estaba tan oscuro que lo único que veía era su difusa silueta contra la gran ventana de la sala. Sin prender la luz vio como el sujeto e acercaba a la gaveta y empezaba a buscar algo en su interior. Era él, tenía que ser él. Tendría que hacer su movimiento rápido y preciso, ella estaba por llegar y no sabía cuándo sería.
Sigilosamente entró en la cocina y tomó uno de los cuchillos que encontró. La silueta seguía buscando en la gaveta cuando él llegó por detrás. Con un rápido e implacable movimiento clavó una, dos y tres veces el cuchillo hasta que la hoja estuvo completamente adentro. Escuchó un leve gemido y sintió como la sangre corría por el mango y llegaba hasta su mano. Soltó el cuchillo y vio como la masa caía. Caminó unos pasos u con la mano encontró el interruptor de la luz. Lo había logrado, había evitado el homicidio de su esposa. Prendió y de nuevo se acerco al individuo.
Se detuvo en seco y su mente dejó de pensar. Su rostro se convirtió en una mueca desfigurada y sus manos cayeron a sus costados sin la fuerza suficiente para levantarse. Detrás de la mesa del comedor estaba ella, tendida en el suelo, con un cuchillo en su espalda mientras su sangre empezaba a regarse sobre la alfombra.
La puerta empezó a abrirse y su cuerpo se movió por inercia hacía el baño. Pero no era inercia, por alguna razón el control sobre sus movimientos ya no le pertenecía. Ya no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera la imagen de su esposa muerta, no, asesinada por él mismo en un intento por salvarla.
Por la rendija de puerta entreabierta se vio a él mismo acercarse al cuerpo sin vida, y sintiendo que su cuerpo no era suyo, salió y corrió hacía su figura, se vio voltearse y reconocerse, y sin saber porque, lo único que fue capaz de hacer fue golpear a ese sorprendido reflejo suyo.
sábado, 5 de septiembre de 2009
Sobre la madurez
Poniendo en claro el hecho de que la madurez no existe, lo único en lo que podemos basarnos para argumentar el crecimiento (o la falta de él) de una persona es su nivel de conciencia. La vida se encarga de poner en el camino de una persona experiencias (buenas y/o malas) que permiten que ésta, si las interpreta de la manera correcta obtenga una conciencia diferente, aplicable no solo a situaciones del mismo tipo sino también a las asociadas. En la medida en que dos personas hayan vivido más cosas y a su vez tengan más conocimientos, estas dos personas podrán entablar una conversación, no necesariamente en los mismo términos pero por lo menos en igualdad de condiciones. Del mismo modo, en la medida en que se obtienen más conciencias, los individuos pueden actuar de manera más acertada en las diferentes clases de situaciones que se les presenten.
jueves, 20 de agosto de 2009
On A Memory Lane 1
Extraído desde los más recónditos archivos de mi antiguo computador...
La soledad..... reflejada en una persona, en su individualidad, sus pensamientos introspectivos, su propia vista del mundo..... no hay nadie que lo acompañe, nadie que comparata sus ideas..... esperando a que llegue el fin, inmovil..... perdido en la inmensidad de su cabeza, toda clase de pensamientos pasan por su mente, algo le falta, se siente vacio, sin embargo agusto, libre de impurezas, libre de hipocresias, libre de personas fastidiosas..... libre..... tal vez la muerte sea su unica salida de este estupido mundo..... para dejar de vivir sin una causa..... para no estorbar a las pocas personas que todavia lo aprecian.... para no ver como el mundo se daña..... para no ver mas a los que estan a su alrededor..... no esta seguro que alguien lo quiera..... no tiene nadie por quien vivir..... las personas que quiere lo terminan odiando..... o simplemente lo ignoran..... no es que en realidad le importe..... solo siente aversión por todas aquellas personas equivocadas que sienten compasion y se niegan con todas sus fuerzas a conocerlo..... aunque él tampoco se abre a los demás muy facilmente..... nunca lo hizo y mucho menos lo haría ahora..... pocos son los que se atreven a hacer lo que para muchos es imposible..... hablar con alguien a quien ven como un ogro..... como un total extraño..... no sabe como se sienten las demás personas cuando estan con él..... pero él se siente bien con las personas que se le parecen..... sin embargo siempre vuelve a lo mismo..... a estar solo.....
jueves, 30 de julio de 2009
Andrea-Tomás (Nombre provisional)(Capitulo 1: Recuerdo)(Parte final)
Era una casa no muy antigua que después de ahorrar por varios años lograron comprar entre los dos. Dos plantas. Sala, comedor, baño y cocina abajo y cuatro cuartos arriba. Uno de ellos era utilizado como estudio, otro (la habitación principal) era el de Andrea y Tomás, los otros dos iban a ser ocupados por los dos hijos que planeaban tener.
Ahora la mayoría permanecía sin uso. Tomás había trasladado todo lo que le era útil a la habitación principal y en las otras el polvo no se había acumulado solamente por la limpieza que hacía la señora que contrato la madre de él para que fuera 2 veces a la semana.
Tomás se acostó en su cama. Era increíble, ni siquiera sabía como sentirse, si furioso o triste y desilusionado. Había estado prácticamente todo el día en el cementerio y ni siquiera una de las personas que alguna vez habían dicho apreciar a Andrea había aparecido, ni siquiera una. Tomás sabía que los padres de ella vivían desde hace mucho tiempo fuera del país y que probablemente la estaban recordando a su manera, pero los otros… era como si el resto del mundo se hubiera olvidado de la existencia de Andrea Torres, todos menos él.
No tenía sentido, no era posible. Andrea trabajaba en una fundación y había establecido lazos fuertes con muchas personas, les había cambiado la vida además.
Ninguna tarjeta que no respondería, ninguna llamada que no contestaría. Estaba más solo de lo que había estado un año atrás y más de lo que jamás estaría.
El sopor fue invadiéndolo lentamente, cerrando sus ojos sin que el se diera cuenta.
jueves, 23 de julio de 2009
Andrea-Tomás (Nombre provisional)(Capitulo 1: Recuerdo)(Parte 3)
A medida que se acercaba, Tomás empezó a ver las cosas más claramente. Era increíble (hasta para el) que no hubiera notado la llegada de un grupo tan grande de personas, debían ser por lo menos 50, o más.
Tomás odiaba los funerales, pocas personas habían estado en tantos funerales como él, y haber vivido la experiencia tantas veces le había hecho darse cuenta de que exceptuando pocos casos en su totalidad, y a ciertas personas, todos eran una farsa, un despliegue innecesario (e hipócrita por demás) de lagrimas y tristeza.
Todos los asistentes expresaban sus condolencias a la familia del fallecido. Condolencias en su mayoría falsas porque nadie sentía en realidad la tristeza. “lo siento mucho” era la frase que más odiaba (y que lo asustaba al mismo tiempo), se adquiría un compromiso demasiado grande incluyendo el verbo “sentir” en cualquier tipo de frase.
- ¿Cuánto le habrá dejado a la esposa y los hijos? – preguntó una señora a otra mientras Tomás pasaba cerca de ellas.
¿Cuántas veces había escuchado eso Tomás? Simplemente paso de largo sin siquiera fijarse en toda la parafernalia que le estaban poniendo al asunto.
Caminó lentamente, sintiendo cada gota que impactaba su cabeza y su cara. Después de unos segundos divisó el gran portón metálico. El vigilante, que parecía reconocerlo ya, asintió y se despidió de Tomás con la mano.
“Si no fuera un cementerio, esto sería muy bonito” pensó Tomás al dar una última miradla lugar donde reposaban los restos de Andrea.
El arco de la entrada tenía tres estatuas de ángeles, guerreros al parecer.
- ¿Sabe usted por qué tienen espadas?
Tomás se sobresaltó, miró a su lado derecho. No sabía cómo ni cuando pero la mujer con la que había discutido antes había legado a su lado. Había algo tremendamente familiar en ella y en el momento en general.
- Son para proteger a las almas que residen dentro del cementerio – dijo ella sin esperar respuesta – Bueno… me disculpo por lo de ahora, hasta luego.
De la misma manera en la que había pasado ya, Tomás no fue capaz de articular palabra mientras la veía marcharse.
Todo eso era demasiado extraño para el. Hacía mucho que no tenía contacto más allá del estrictamente necesario con nadie, y menos con una mujer. Y aunque nunca fue muy elocuente, Tomás temía haber perdido por completo la habilidad para entablar una conversación.
Además estaba ese misterioso aire que rodeaba a esa mujer, ¿Por qué todo lo que decía y lo que pasaba le parecía tan familiar?
Tomás empezó a caminar de nuevo. Simplemente los dos, condenados tal vez a estar juntos eternamente, Tomás y su soledad.
Al cabo de unos minutos llegó a su casa, demasiado grande desde que había muerto Andrea y todas las ambiciones que sobre ella desaparecieron.