martes, 14 de julio de 2009

Andrea-Tomás (Nombre provisional)(Capitulo 1: Recuerdo)(parte 2)

- Señor, ¿se encuentra bien? – dijo la voz de una mujer a sus espaldas.

El corazón de Tomás dio un brinco al escuchar esa voz. Sabia que no podía ser, que era totalmente imposible, pero nada importaba ya, no importaba si no era posible. Abrió lentamente los ojos mientras se giraba. Cuando la vio quedo totalmente inmóvil, ni siquiera podia parpadear. Era imposible, pero era ella.

Por fin, todo había acabado, el eterno sufrimiento, las noches solitarias, la espera solo por la muerte, toda esa vida sin sentido. La felicidad y la tranquilidad invadieron cada rincón del casi marchito corazón de Tomás. Solo para esfumarse con el siguiente parpadeo.

En efecto, no era Andrea, su mente lo había traicionado de nuevo.

- ¿Señor?

En menos tiempo del que dura un latido, todas esas bellas emociones que Tomás acababa de experimentar se transformaron en una furia ciega.

- ¡¡¡NO!!!, ¡¡¡NO ESTOY BIEN!!!, ¡¡¿ES QUE NO SE DA CUENTA DE DONDE ESTAMOS?!! ¡¡¡ES UN CEMENTERIO!!!

Era una mujer joven, tendría 28 años como máximo.

- ¡¿Y QUE?!, ¡AQUÍ NO VENGA A GRITAR! – paró un momento para respirar y calmarse – los cementerios son lugares de descanso, que pena molestarlo.

Tomás no pudo esconder la sorpresa que esta respuesta le produjo. Por alguna razón esa frase le parecía familiar. Intento disculparse pero las palabras no salían de su boca, además ella ya se estaba marchando más enfadada de lo que parecía.

Y allí estaba él, solo de nuevo, como lo había estado desde que Andrea había muerto dos años atrás. Tomás había decidido cortar cualquier conexión personal que lo uniera con cualquiera que pudiera recordarle más a Andrea de lo que ya la recordaba solo.

No se podía evitar, era demasiado pedirle a alguien que desde muy pequeño había depositado todas sus esperanzas de felicidad en el sentimiento llamado amor, y no tanto a eso como a la idea del amor único.

Las horas pasaron lentamente, como siempre suele suceder en los cementerios. Cuando Tomás miró su reloj ya eran casi las 5 de la tarde, llevaba ya 9 horas ahí.

Pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer monótonamente sobre toda la ciudad. Luego fue más fuerte, como si la naturaleza estuviera en sintonía con el cada vez más decadente animo de él.

Momentos más tarde, cerca de donde estaba Tomás, tal vez a veinte metros, unos mariachis empezaron a tocar la última serenata de alguien a quien estaban enterrando.

Sufrir, estar bajo la lluvia y escuchar rancheras. Era más de lo que podía soportar, así que se levanto lentamente y empezó a caminar con dirección a la salida. Desafortunadamente para él, tendría que pasar por en medio del entierro.

Continuara....

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